miércoles, 5 de mayo de 2010

CARISMA


CARISMA
Sentimiento maternal de compasión de Dios hacia los hambrientos de lo divino, de pan y de cultura; hacia los pobres, los marginados, los oprimidos los enfermos los que el Señor califica de bienaventurados. Llevarles el amor de Dios haciéndoles conocer que es su Padre que les ama, enviándoles  a su Hijo Jesucristo para saciarlos de salvación y santificarlos con su Espíritu.

ESPIRITUALIDAD  MISIONERA SEGÚN LAS CONSTITUCIONES.
Nuestra espiritualidad es Trinitaria, el Padre envía a su Hijo que viviendo pobre, obediente y virgen, inauguró el Reino de Dios y nos envió su Espíritu Santificador.
Contemplaremos al Cristo pobre y humilde trabajando en Nazaret.
Debe ser preocupación principal de toda Misionera Social de la Iglesia hacer de su vida un diálogo con su Padre Dios, tratando con Él de corazón a corazón lo que le hace vivir ya con sus afectos en el cielo, para de esa manera llegar a identificarse con el Esposo pudiendo decir como San Pablo: “ya no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí”.
La esposa no debe tener otra ilusión que asemejarse, transformarse, identificarse y perderse en el Esposo Divino. Ello lo alcanzará la Misionera con una intensa conversación con las Tres Divinas Personas que moran en su alma.

FUNDAMENTO DE LA MISIÓN
Para las Misioneras Sociales de la Iglesia el origen de la misión tiene su fundamento en el pasaje de Mc, 6,34. “Al bajar Jesús de la barca vió la multitud y sintió compasión de ellos porque estaban como ovejas que no tienen Pastor”
Jesucristo envió a sus Apóstoles a todas las personas y pueblos, a todos los lugares de la tierra. Por medio de los apóstoles, la Iglesia recibe una misión universal, que no conoce confines y concierne a la salvación en toda su integridad, de conformidad con la plenitud de vida que Cristo vino a traer.
Hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la Roca que es Cristo y su Palabra.
Evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. La Iglesia busca intensamente poner en contacto a todos los hombres con la revelación, porque siente profundamente el carácter determinante de la verdad que Dios le ha comunicado. Y lo hace porque la evangelización es su vocación y su gloria, es la manifestación de su identidad.
La misión de la Iglesia es la misión de Cristo, la cual estuvo centrada en el anuncio del Reino presente en su persona. La Iglesia y el Reino anunciado e inaugurado por Cristo están íntimamente unidos, ya que la Iglesia no es un fin para sí misma, sino que está ordenada al Reino.
Vivimos además,  en una época en que los términos misión y misionero todavía tienen un uso restrictivo, reduciéndose en sus horizontes a los limites geográficos y personales en que trata de actuar y caminar cada comunidad.
La evangelización es un proceso dentro del cual se integran varios pasos, medios y actividades. La descripción que nos proporcionan los documentos eclesiales (sobre todo, Evangellii Nuntiandi y Redemptoris Missio) muestra que este proceso se comienza con el testimonio evangelizador; luego se hace el anuncio de la Buena Nueva; después la conversión y crecimiento en la fe; a continuación la vivencia comunitaria eclesial; y finalmente el compromiso evangelizador o misionero.

NUESTRA MISIÓN EN LA IGLESIA DE HOY
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: En que Dios envió a su Hijo único, para que vivamos por medio de Él.
La palabra misión indica envío. Si la Iglesia recibe de Dios a través de su Hijo la misión de evangelizar significa que eres enviada por Dios, Jesucristo y a través de la jerarquía de la Iglesia desde el momento que aceptas las constituciones de nuestra familia religiosa llamada Misioneras Sociales de la Iglesia
El ideal de la Misioneras Sociales de la Iglesia es servir a nuestros hermanos para hacerlos hijos de Dios y que viven todos formando la gran familia de Dios.
Convencidas de la necesidad urgente y actual del mandato divino y de que la Iglesia es Sacramento universal de salvación, la Misionera colabora con su apostolado para que ello sea cada día más una realidad.

La Misionera Social de la Iglesia se desarrolla en los siguientes campos específicos:
  • Evangelización
  • Pastoral parroquial
  • Equipo misionero
  • Misión Ad gente
  • Formación de los asociados misioneros
  • Pastoral de los medios de comunicación social
  • Promoción humana y Cristiana
  • Talleres de formación de la  mujer para el hogar
  • Centro de desarrollo para la joven
  • Pastoral de la salud
  • Formación de pequeñas comunidades
  • Asistencia Social
  • Centro de desarrollo infantil
  • Centros geriátricos
ROSTRO HUMANO Y  ESPIRITUAL DE LA MISIONERA SOCIAL DE LA IGLESIA
El primer rasgo de la Misionera Social de la Iglesia es reproducir, con la gracia divina el Sentimiento maternal de Compasión de Dios  siendo una mujer bondadosa, comprensiva, sencilla y acogedora hacia los hambrientos de lo Divino de pan y cultura.
Ella está convencida que cuanto más perfecta sea humanamente más potencializara las gracias divinas recibidas a favor del Cuerpo Místico; su labor permanente será, no sólo la conquista del mundo para Cristo sino la conquista de su propio yo.
A de tener un afán de superación conquista y crecimiento recordando que la lucha es constante, que lo que se estanca muere. La vida es tarea y  conquista, servicio y misión.
Es preciso que cada misionera tenga un conocimiento perfecto de sí misma, de sus virtudes y defectos, de sus posibilidades y limitaciones. El Reino de Dios está dentro de nosotros, dijo el Señor. Si sólo vemos nuestros defectos caeremos en pesimismo, si sólo vemos virtudes caeremos en el angelismo. Piense la misionera que toda mujer que su sicología subjetivista, le es más fácil caer en su insinceridad al tratar de conocerse como es. Después de cada acción pregúntese porque y para qué lo ha hecho, es preciso profundizar en los acontecimientos, para adquirir un conocimiento profundo de la vida.

La misionera ha de ser mujer sincera y transparente: Ha de tener la virtud de la sinceridad tanto en  sus palabras como en sus actitudes. Decir siempre lo que piensa y siente, difícilmente se es sincero con Dios cuando no lo somos con nuestros semejantes.

Ha de ser mujer de fe: Con naturalidad a de hablar de lo que ella vive, siente y experimenta en su trato con Dios a de transmitir a los demás sus vivencias. El mundo de hoy está harto de teorías, exige almas que hablen cara a cara con Dios y traigan el aliento Divino. La misionera sabe que para hablar a los hombres de Dios, tiene que hablar mucho de Él con los hombres

Ha de ser mujer de dialogo: Sabe escuchar porque se siente pobre, sabe comprender porque conoce que cada persona es un mundo distinto al suyo, sabe aceptar a los demás como son, porque ella se acepta así mismo; sabe comunicar su verdad porque reconoce que las gracias recibidas no son para exaltar su vanidad sino para dar gratis lo que ha recibido gratis de Dios.

Ha de ser mujer de paciencia: Ha de  ser paciente consigo misma, aceptándose como es, tratando de santificarse con sus propias virtudes y limitaciones; ha de ser paciente con Dios en las pruebas espirituales a las que Dios se digne someterla con el fin de santificarla. Ha de ser paciente con los demás sufriendo los defectos de su prójimo. Aceptar el mundo como es ingrato, olvidadizo de favores recibidos, egoístas. A de ser capaz de vivir y asumir la soledad en que su camino de seguimiento a Cristo pueda encontrar.

Ha de ser mujer libre y pobre: Con la libertad de los hijos de Dios que no hace otra cosa que cumplir la voluntad de su Padre.
Su corazón a de ser libre sin dejarse llevar de simpatías.

Ha de ser una mujer llena de amor hacia todos: Muriendo así misma vive para Dios y por Él para  todos los demás. Se siente la madre cósmica de todos preferentemente de los huérfanos, de los mendigos, de los marginados, de todos los que tienen hambre de pan, de justicia y de amor.

Ha de ser mujer testigo de trascendencia: Dios es el centro de la vida de la misionera sin Él su existencia no tiene sentido, a de irradiar a Cristo con su mirada, conversación, actitudes y acciones, que cuantos hablen con ella se sientan impregnados de Dios.

Ha de ser mujer en continua renovación y adaptación: Comprende que la vida es una continua renovación, una permanente metanoia, siendo fiel a Jesucristo y a su evangelio, al tiempo y al hombre de hoy.

Ha de ser mujer profeta: La misionera guiada por el Espíritu Santo discierne los signos de los tiempos que son también la voz de Dios, siendo fiel al pasado, al presente y al futuro. Sabe que toda postura inmovilista es injusta, como lo es toda postura que quiere partir desde cero, olvidando el pasado. Sabe que lo nuevo sólo es auténticamente válido si conserva lo antiguo, y lo antiguo sólo es válido si se renueva.
Las virtudes que mejor identifica a la Misionera Social de la Iglesia son la misericordia y la pobreza que son las que la configuran con el rostro maternal de compasión de Dios.

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